domingo, 7 de noviembre de 2010

Seres Post Modernos - MUJER ARAÑA

Nació de un pedazo de hoja seca en la mañana más iluminada de un lóbrego día invernal, cuando las viejas y últimas hadas abandonaban el mundo de la realidad en su viaje final al cruel Avalon. Nadie supo quien era o que era así que pasó como un ser humano, tan similar en la cascara pero tan disímil en lo interno, repleta de bucles y pensamientos que se retorcían constantemente amenazando con romper la crisálida que encerraba el frágil exterior de una niña que se negaba a seguir naciendo aunque aquello significara la guerra misma contra el tiempo y el destino que complotaron contra ella y la alejaron de la luz blanca mortecina que pensó que era cuando llegó por error a éste universo.
Un tiempo negado acometió y de pronto la niña se convirtió en obscura y retorcida mujer, y un buen día alguien dijo “Mujer Araña”, y cuando ella se volvió contempló a un sujeto que pasaba por los alrededores de su vetusta casa donde pululaba solitaria, más sola que un alma en pena en busca de la luz que la lleve al cielo o al infierno; Mujer Araña le dijo, quizá por su expresión o por la forma como vestía, quizá por el arco de su boca o por el fulgor depravado de sus ojos o por el sosiego aterrador que despertaba en aquellos que se paraban a su alrededor; Mujer Araña le dijo y ella renegó de aquel nombre pues un nombre era una atadura a la existencia, algo que había rehuido desde hacia tanto tiempo, incluso de las intenciones de sus supuestos padres por pretender nombrarla con tantos apelativos que ella rápido olvidaba condenándolos al impío limbo del cual no volverían, viéndose libre para seguir soñando, libre hasta aquel día en que por alguna razón se vio impedida de removerse de tamaña denominación. Aquel día fue bautizada en veneno y hiel, en palabras y frases, en fuego y azufre, en miel y en brisa, y una parte de ella murió para dar paso a otra, una nueva que sería su mascara, su antifaz con el cual sonreiría a quien le plazca mientras de manera suculenta terminaría devorando su alma, pues aquel lo merecería, todos lo merecen pero los elegidos por ella en especial. Mujer araña que cubierta con un largo velo negro, novia de la desesperanza camina por callejones hediondos repartiendo silencio a los espíritus hastiados del mundo real.
La reina Nod permaneció en los rincones más ocultos de la gigantesca ciudad, oculta de las garras del frio mundo que había dejado de creer en la fantasía; el destierro fue la pena que muchos sufrieron, y en medio del mismo yacía impasible la mujer araña, desolada en su opaco y cristalino corazón, tejiendo su tela debajo de un puente mientras los años pasaban y su pena la acosaba en mayor grado haciéndose más pesada a medida que se alimentaba de ira expectante, contrariada por el dolor y la gloria de sufrir en carne propia los horrores que sufrió la abuela Lilith mientras era arrojada del paraíso para ser alimento de ángeles caídos.
Mujer Araña, no puedes matar el sol pero puedes acallar el grito de su abrasador calor hasta crear el halo tenebroso y frio que el invierno te regaló para hacer más placentera tu espera, el día que aun no llega pero sabes que está próximo pues ya puedes oír los aullidos de lobos transmutados en sonidos de bajos y guitarras que descienden a los cielos y su clamor se acelera cada vez más hasta hacer estallar el pulso de algunos mortales sensibles, dejando su corazón en para, convirtiéndolos en roca a medida que se vuelven al polvo lentamente.
En el cielo una voz gutural resuena, es tan poderosa que la misma bóveda celeste se enmudece y queda pequeña ante su clamor. Los huesos de los hombres se quiebran y la piel queda abandonada convirtiéndose en simples ropones de pellejo olvidados por sus dueños desgarrados. La hiel esta en la boca de los muertos y el barquero se enriquece con las monedas de tantos condenados que claman por un poco de agua del viejo Estigia, pero tu no estas allí mujer araña, pues tu alma protegida por tu antediluviana tela te ha guardado para ser testigo de lo que podridos ojos solamente podrán alcanzar a ver.
No hay nada más que solamente un plano blanco ardiente con un vacio azul de compañía; el matrimonio es estéril pues no puede ni podrá tener hijos; y por encima de huesos de alas de ángel, tus pies profanan la tierra por ultima vez, y mientras caminas en pos del infinito sientes como tu cuerpo se deshace y vez como parte de ti se va elevando al cielo, oscureciendo el firmamento hasta transformar el día en noche, quizá el último eclipse de tu vida, el último de un largo y cansado amanecer que se tuvo que prolongar una eternidad. “Nadie” es testigo, “Nadie” acude, “Nadie” responde a un llamado de inútil arrepentimiento, además no está en tu alma el dar un paso atrás frente a la vieja fuerza universal que te llama y te reduce a ceniza mientras esbozas la ultima de tus agrias sonrisas pues tu deseo ha sido cumplido por el viejo y altisonante Oz.
De ti no queda nada Mujer Araña, solamente tu cabello, una larga hilera de negras telarañas cuya última no vida se aferra a la tierra hasta hacerla germinar, y de aquella semilla nace un árbol mustio, marchito y maldito, como única fuente de sombra para la soledad; y por debajo de él asoma alguien, una paradoja que camina sin rumbo; el “peregrino” que te bautizó se inclina ante el árbol y con un frio cuchillo talla unas letras en la corteza la cual sangra hasta regar las negras raíces que ahora se extienden sin cesar hasta inundar el pálido y desolado mundo con una intrincada red de antigua corteza lacerante y latiente; y mientras eso ocurre, el peregrino se aleja en silencio y se pierde, desaparece, evitando las raíces, caminando en compañía de sus viejas amantes rebosantes de juventud a las cuales llama Pecado, Desolación y Penumbra.
Y en el tallo queda grabado lo siguiente: “Mujer araña, naciste un día que el mundo olvido, viviste una vida que quisiste olvidar y moriste en el último día de la vida misma; el ciclo se cumplió, descansa tranquila, aunque quizá sientas el sinsabor de que una parte tuya continuara latiendo en el planeta, cubriéndolo todo hasta ser solo ella y nada más; quisiste irte y lo hiciste en parte, y si no estas conforme, disculpa a la eternidad pues la vida en cualquiera de sus formas no suele ser perfecta, y tampoco lo es su hermana negada la muerte. Duerme en paz mujer araña, en el abismo del tiempo donde soñaras eternamente”.